Dulzura Oscura
Siendo pequeña tenía una sonrisa maquiavélica, su voz era suave como el sonido más agudo de un violín, ojos claros, brillosos y profundos. Se distinguía de las demás por su inexplicable silencio, siempre cruzada de piernas en el rincón más claro del jardín, se arrodillaba a jugar con las hormigas, jugaba a que era un gigante y las pisaba sin compasión. Hacía figuras con las manos a contraluz, dibujaba sombras entre las plantas, reía burlona cuando la tristeza estaba cerca. Un día muy bonito, con bastante sol y el jardín lleno de aves revoloteando por las ramas. Jugaba a cortarse las venas.