Una de las cosas para la cual siempre fui malo, es el fútbol, “El deporte Rey” como lo llaman sus más fieles seguidores, en realidad nunca tuve nada en contra de éste. Recuerdo haber jugado algunas pichangas con los muchachos del barrio – siempre era el último en ser escogido, o terminaba de “mantequilla”-. Este deporte invadió el espíritu de todos mis amigos, ocasionando peleas cuando el equipo de alguno llegaba a ser puntero en la tabla – peleas que nunca entendía-, cuando daban inicio a discusiones de carácter futbolístico siempre trataba de cambiar el tema, muy difícil siendo uno contra quince, igual casi todas las tardes de mi absorbida infancia las recuerdo en canchitas de arcos de madera hechos por nosotros mismos, apartándonos cuando pasaba un auto con un viejo gritón al volante. Al terminar la jornada todos corríamos sucios y malolientes a la bodega de un amigo, donde comprábamos la botella de gaseosa más grande que había, entre los muchachos se hacia el “pozo” para recoger lo