Ema apaga sonrisas con la yema de sus dedos. Pequeña, inteligente y de agria dulzura, juega a experimentar. La Reina Ema, como le dicen sus fantasías, hace del amor un cuento de hadas, donde cada capitulo es distinto, no hay enlaces ni frases de transición, disfruta las conversaciones lógicas y ríe de gracias comunes. Fabrica con sus labios besos que se desean, juega con su mirada callada, respira intranquilidad por lo tranquilo y siempre vuelve donde se le espera. Cerca de un parque vive, no en un palacio como una reina, pero si en una torre de cuatro pisos, una torre de color otoñal, con ventanas que acogen al sol y un balcón que sirve de pantalla para los espectáculos que da la lluvia. Sentada a los pies de su torre, al borde de un pequeño jardín la observo: comparte la noche con seres imperceptibles, distingo satisfacción, pocos sueños y algo de romanticismo. Fuera de todos y lejos de mi mismo, pienso que no debí estar ahí, sin embargo disfruto siendo espectador. El verano trae ilu