He Viajado Tanto, que Ahora Entiendo
Hoy entiendo por qué las hojas de ese árbol viejo en el jardín se vuelven hacía mí después de haber partido. Las vi lejanas cayendo y alejándose cada vez más, impulsadas por heladas brisas de invierno; bailando sobre una ciudad sin color y sin alma. Sin fin. La ansiedad por algo persigue a la inquieta duda. Las hojas quieren responder, tienen todo a la punta de una lengua mortal. Basta, no quiero ver ni oír. Sólo recuerdo hoy a ojos cerrados aquella plaza iluminada por un amarillento farol, rodeada de calles estiradas y rotas, el olor a cigarro humedecido por la llovizna que empapa mi rostro al caminar despejado de alegrías. Entonces, todo se tornó rojo. Un infierno sin llamas, sólo rojo. Lanzo mis puños al aire y se ven lentos, despacio sientes mejor me dicen. Rico se ha sentido estar en ese pequeño infierno atado a cuatro paredes. Se escuchan cantos melancólicos de épocas a blanco y negro. Y así, desde un corazón que late muy fuerte, se sienten besos y caricias que desbordan la única