Fiesta para Celeste

Celeste observa tímida a la pareja que está frente a ella, se besan y miran como si fuese una despedida, ella imagina las veces que pudo verlos teniendo sexo. Siempre piensa en sexo, porque a su larga edad aún es virgen por voluntad propia, o quizás por miedo.

La reunión se pone cada vez más tensa, ha llegado alguien desconocido y extraño para todos, se confunden e incomodan, sin embargo siguen en círculo pasando un poco de trago que cada vez hacían más suave. Alguien saca hierba, Celeste se sorprende pues habían tardado, de inmediato voltea hacia el tipo extraño pensando que sería el primero en pedir el “bate”, pero no, no quiso, no estaba estimulado parece. Celeste empieza a fumar de a pocos y beber a tragos largos y desesperados el ron con gaseosa, sin decir palabras demuestra ser la más tranquila y conforme con el momento, no le importa mucho el raro ese, las chicas tontas, la pareja enamorada, los chiquillos promiscuos, y las hermanas artistas… sigue pensando en sexo.

Después de unas horas de lo mismo, ya casi cuando el sueño va cayendo bien, aparece un fantasma, Celeste levanta la mirada e inmutada le sonríe, se vuelve hacia el extraño otra vez y el también le sonríe. Emocionada por compartir el momento con el menos pensado, inician la plática con el espectro de apariencia tierna. Se presentaba de blanco, en vida contó que se dedicaba a escribir poemas de amor y socialismo los cuales recitaba donde lo llamaban, y donde no, también. Escuchaba a Cabral y Sabina. Ellos simplemente atendían su encantador discurso, y al oído les cantó: “la canción más hermosa del mundo”.

Lejos de aquella noche, Celeste sigue pensando en sexo, pero ahora duerme tranquila, porque emocionada espera un día encontrar al extraño otra vez, para ver el fantasma y conversar, solos los tres.

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