Pasamos a Otra Estación

Amanece aún nublado y con pequeñas lloviznas que cubren las calles ansiosas por tener nuestros pasos dándole ritmo a la mañana, que recién empieza.

Con el cabello húmedo y despeinado salgo casi corriendo de la casa, no sin antes persignarme en la puerta y desearme un buen día. Estornudando - pues siempre amanezco resfriado -, llamo un taxi para que me lleve al trabajo, y en el trayecto veo a la gente en pijama, comprando pan en las bodegas o panaderías, debo decir que nunca en mi vida he salido a comprar pan una mañana, espero hacerlo cuando viva solo, quizás sea emocionante. Ya en la oficina prendo el aire acondicionado porque soy el primero en llegar, me siento y abro el msn mientras escucho las noticias y leo los periódicos llenos de portadas horribles con muertos. Luego llega Diana – asistente de comunicaciones como yo -, se sienta y saca dos panes de su bolso que dependiendo de mi suerte están rellenos de jamón, me invita uno pues no quiere engordar y yo tampoco, pero la falta de desayuno ocasionada por mi impuntualidad crónica al levantarme hace que ese pan se termine en segundos que maravillosamente disfruto, comemos antes que lleguen los jefes y seguimos leyendo. Lo bonito de que las oficinas queden dentro de un hotel es que muchas chicas lindas vienen de otros lados, y al hospedarse bajan a la piscina. Espero el verano con ganas.

Terminé la universidad hace menos de un mes, no pude creer durante una semana que esa etapa larga y bonita de mi existencia haya terminado. Aún no me acostumbro a tener las tardes libres y pensar que a fin de mes no volveré a matricularme y ver a aquellos profesores que tan bien me caen, es usual en mí acostumbrarme a las cosas y luego me cuesta tener que dejarlas ir. No me importa la carrera y lo que aprendí en estos años, me importa lo que disfruté: los chicos, las chicas, los cafés y manzanillas, los exámenes, exposiciones, conferencias, viajes, reportajes, crónicas, videos, cortos, y un sin fin de cosas que hacían de mis pasos pos las aulas, momentos inolvidables. Espero nunca ejercer como periodista, no me gusta. De aquello, sólo disfruto escribir.

Antes de terminar el invierno grabé un disco con temas de Sinatra, pues su música me transporta a una época que no viví, pero según lo leído y visto en tele debió ser mejor que esta. Un miércoles cualquiera de invierno conocí a Maripili, hubo química en la conversación y le dije que me visitara el jueves para escuchar música y que conozca el cuarto donde componemos y pinto, encantada su respuesta fue afirmativa. *Jueves 7:30 pm. Ambos estábamos sentados sobre un colchón dentro del cuarto, ella me hablaba de cosas que no me acuerdo, pues nunca presto atención si no me importa lo que se dice, luego nos besamos, nos quitamos la ropa, y lo más genial fue cuando estábamos en ese momento donde sólo ves el cielo Sinatra empezó a cantar come fly with me, y no miento que las caderas de Maripili se empezaron a mover como bailarina cincuentera y como yo no se bailar, pues seguí en lo mio, pero todo fue mucho más divertido aquella noche. Gracias Frank.

Mi mamá pintó el cuarto de un verde medio extraño porque dice que tengo 24 años y no soy un adolescente. Ya no puedo pintar en las paredes, ahora pinto sobre lienzos gigantes para colgarlos, y tapar esa desnudez frívola a la que el cuartucho no estaba acostumbrado.

No iré a Calamaro y eso me pone triste, tengo dos libros por leer, tengo mucho en la cabeza por escribir, canciones por grabar, y bueno… esperar el verano.

Comentarios

Anónimo dijo…
si no vienes a Calamaro,
al menos vendrás a Los Fabulosos Cadillacs?

Un abrazo, y saludos a todos

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